miércoles, 15 de diciembre de 2010

Sobre lo real imaginario

Comencé a sentir mis ojos extraños, parpadeé rápido. Sabía que tenía que terminar aquel libro a solas en casa.

Era un domingo en la tarde y necesitaba estar solo en casa, afortunadamente mi familia salía a una reunión. Me había despedido algo rápido de ellos, no quería que me vean los ojos. Cuando se fueron subí corriendo al cuarto, tomé el libro y continué con la lectura. Leí de pie, no quería estar una posición confortable. Leí de pie y pausado, mis ojos volvían a sentirse extraños.

Percibí, entonces, el porqué quería estar solo, en ese momento cayó una lágrima. La quise ignorar y seguí leyendo. Mala idea. Aquella cruel historia continuaba y la pequeña lágrima se fue transformando en dos, tres, y finalmente en un llanto incontrolable. Tosí, como suelo toser cuando me falta algo de aire y se me reseca la garganta, y mientras tosía, lloraba. Fui al baño y tosí con más fuerza, me lavé la cara y respiré hondo, al cabo de un rato volví a mi cuarto, y terminé de leer el libro sentado y calmado.

Lloré de odio y de impotencia, lloré porque Alba -la del extraño cabello verde- había sido arrancada de aquel mundo de clarividentes, espíritus y de un Barrabás que llega a la familia por vía marítima. Arrancada y llevada al infierno creado por su propio abuelo. Lloré por el cruel destino de un personaje de ficción.

No sería la única vez que me sentiría algo afectado por esas historias. Me afligiría con la muerte de aquel patriarca mientras llovían flores amarillas, o con los cuentos sobre cuentos que narraba aquella niña huérfana -de nombre medio bíblico y medio astronómico- que contaba tan buenas historias, el extraño vacío al ver crecer en soledad a aquel niño limeño nacido en un palacio mansión, o aquellas injusticias que mostraba aquel cuentista tan aficionado al cigarro.

Hace algunas semanas me había sentido realmente tonto recordando la historia de aquel día que derrame muchas lágrimas por Alba. Me cuestioné, si acaso cuestionar es la palabra adecuada, sobre cuan consciente soy sobre la "libertad" que viví y estoy viviendo.



Existe quizás una pequeña luz de aliento para nosotros los afortunados que no hemos vivido lo más crudo de las tiranías, y ese aliento está en las palabras de Vargas Llosa:

"Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión"

2 comentarios: