Tendría yo menos de diez años y había encontrado en la biblioteca de mi casa una antología de cuentos peruanos. Había empezado, precavidamente, por los cuentos más cortos, dejando los más extensos para otros momentos. Sin embargo, el último cuento que me faltaba por leer, y que también era el último de la antología, no era el más extenso. Lo había intentado leer anteriormente, pero me parecía algo extraño. Para mí era casi una ficción, alumnos rebelándose contra el director del colegio (¿militar?). El cuento se llamaba Los Jefes y era de Vargas Llosa.
Ese fué mi primer contacto con el escritor, mucho más adelante vendrían otras obras, de las cuales siempre rescataré La tía Julia y el Escribidor , por las diversas carcajadas que me producían los cuentos de Camacho, uno de los personajes de la novela. Tengo que admitir que hubieron algunos libros que no me agradaron tanto, o quizás, no los entendí en su momento.
Mario Vargas Llosa también incursionó activamente en la política peruana, postulando a la presidencia a finales de los ochentas. Curioso, siendo presidente Alan García Perez, perdió contra el candidato Alberto Fujimori. Hoy, casi veinte años después, Vargas Llosa recibe la mayor distinción para un escritor. Alan García, más gordo y más cínico es presidente del Perú y Alberto Fujimori, preso por delitos contra los Derechos Humanos.
Defensor acérrimo de los Derechos Humanos, Mario Vargas Llosa había renunciado semanas atrás a la presidencia de la comisión del Lugar de la Memoria debido al Decreto Legislativo 1097, el cual obstruiría la persecución para los procesados por delitos de lesa humanidad. Su renuncia influyó en la derogatoria de este infeliz decreto.
Es motivo de orgullo para todos los peruanos, creo, tener a este personaje como nuestro Nobel. Y más aún digo, esta es una noticia que le gusta mucho a todo el mundo, sobre todo a los muertos.
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